Tiene aire de modelo que está de vacaciones. Una rara naturalidad que no se hace, porque con ella se nace. Le gusta soñar con el cielo, pero con los pies en el suelo. Nacida en Venezuela, se iluminan sus ojos negros y grandes cuando habla de Caracas y de su determinación por hacer un regate al destino impuesto, cuando su profesor le dijo que si se dedicaba a la interpretación sólo le darían papeles de sirvienta.

Está convencida de que en la vida el 30% son aptitudes y el 70% disciplina y determinación. Y con ello ha conseguido ser un referente como cantante y actriz en su país.

No todo ha sido un camino de rosas. Un divorcio duro pasó factura y la dejó como una playa abandonada con restos de naufragio. Le gustan las metáforas. Como dice otra de sus canciones “No me pueden apagar, con el alma a cachos, pero viva”, decidió que su futuro dependía de ella misma y el pasado se quedó en una cicatriz que ya no se nota y que la ha hecho única.

Domina muchos géneros: blues, jazz, boleros (también es romántica), las baladas, como en uno de sus últimos videos titulado “Invisibles”, y el pop por el que se está decantando en su último trabajo. Ha llegado a España para abrir nuevos caminos en su carrera. Las opiniones del sector han sido muy buenas al referirse a sus actuaciones, donde ha contactado y actuado con Marta Sánchez, Bertín Osborne, Vanesa Martín y Rafael Amargo ¡Casi ná!

Tiene un punto de nostalgia de no haber nacido en otro tiempo, es un poco hippie, y habría disfrutado compartiendo escenario con las grandes, Aretha Franklin, Whitney Houston…

Cuando busqué una imagen para realizar su dibujo, reparé en una foto en su casa con su hija Camila de 8 años. Al fijarme en la mirada que se intercambiaban, me decidí. Alicia es artista, pero sobre todo un ser humano lleno de sueños.

Fernando Corella