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Santos Moraga 

12 de marzo 2024

Conozco a Santos Moraga desde hace cuarenta años, cuarenta y uno para ser más exactos, y puedo decir que es un amigo desde entonces. Uno de los de verdad, de esos que, aunque no hablemos en meses y meses, cuando por fin alguno de los dos nos animamos a levantar el teléfono es como si hubiéramos estado de copas la semana anterior.

 

Sin embargo, y a pesar de todo, ¡qué poquito sabía yo de los primeros años y las andanzas de mi amigo, hasta que no le invitamos a comer en la Peña!

Cuando nuestras vidas coincidieron por primera vez, éramos unos pipiolos rebosantes de juventud. Él, un auditor interno en Galerías Preciados y yo, una secretaria en Mantequerías Leonesas; dos grandes empresas de los ochenta que, desgraciadamente, hoy ya forman parte de la historia económica de nuestro país.

Sin embargo, el tiempo quiso que Santos se convirtiera en una personalidad de peso dentro del mundo del deporte nacional, y tras varios años de esfuerzo y buen hacer, fue nombrado presidente de la Federación Madrileña de Baloncesto, motivo más que suficiente para ser elegido como uno de los comensales a nuestros encuentros de los martes en la Peña Periodística Primera Plana. ¡Y ahí fue cuando me di cuenta de lo poco que sabía de su vida!

Había sido testigo de sus avatares desde 1983 hasta ahora, pero… ¿cómo habían sido sus inicios? ¿Por qué le dio por jugar al baloncesto, en una España donde el deporte nacional era el fútbol? ¡Y me consta que él es un gran futbolero! Sí, de esos del Real Madrid que cada fin de semana que el equipo jugaba en casa, nunca quedaba porque tenía entradas para ir a verlo al campo con su padre.

«A ver, Santos, pásame un currículo tuyo, o algo, que tengo que hablar de ti en la Peña», le pedí, amparándome en la confianza que nos une.

«Pues, como diría Jack el Destripador, vamos por partes —me contestó—. No estoy en Redes Sociales. A mi edad no hago ni remito currículums, porque no busco trabajo. Y en la Federación de Baloncesto de Madrid, hemos celebrado las elecciones que todas las federaciones debemos celebrar en año olímpico, es decir cada 4 años. Las autonómicas y las españolas. Y, sí, he sido reelegido presidente sin oposición, el pasado 21 de febrero».

Pero no fue hasta el martes siguiente, en la comida, cuando me enteré de que Moraga no había empezado su vida deportiva en el baloncesto, como yo creía, sino como atleta velocista, en cuyo desempeño llegó hasta la competición nacional, y donde compartió pista y sudores con otro reconocido personaje: Alfredo Pérez Rubalcaba. «Él me ganaba en 400 m, pero yo lo superaba en los 1000 m», nos contaba con su habitual gracejo. 

Sin embargo, aquella etapa no duró tanto. Santos era muy alto para la época, y con su 1,84 m, enseguida fue captado para el deporte que, desde el otro lado del Atlántico, empezaba en la España de los 60 a ganar terreno y adeptos. En él sobresalió desde sus inicios: jugó en la pista, se hizo árbitro nacional, colaboró en la Federación y, ahora, cuando las fuerzas empiezan a flaquear —aunque me consta que sigue machacándose bajo el aro con sus nietos, y aún obtiene más que buenos resultados—, sigue siendo un pilar en ese deporte que le ha acompañado toda su vida.

Primero fue nombrado secretario, luego, responsable económico y, más tarde, en 2008, vicepresidente de la Federación Madrileña. No obstante, a la triste desaparición de su gran amigo, el por entonces presidente Juan Martín Caño, fue nombrado su sucesor en 2018. Desde entonces ocupa el cargo y el pasado 21 de febrero fue renovado en el mismo por unanimidad. ¡Y todo ello «de gratis»! Solo por el amor que tiene a esa pasión que le acompaña desde su adolescencia.

«En las mayoría de las federaciones locales, los responsables no tenemos sueldo, y la Federación Madrileña de Baloncesto no es diferente —nos explicaba entre bocado y bocado durante el almuerzo—. Y es trabajo, sí, pero uno que me gusta y que llevo a cabo con gusto y dedicación».

Así que, amigo, ¡sigue así y no pierdas nunca esa pasión que nos permite seguir disfrutando de ti y tu sempiterna vitalidad! 

Lucía de Vicente

 

© Derechos de autor: Peña Periodística Primera Plana

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